sábado, 30 de abril de 2011

"Las cosas no siempre son lo que parecen"




Dos ángeles de viaje se detuvieron para pasar la noche en la casa de una familia adinerada.

La familia era ruda y le negó a los ángeles quedarse en el cuarto de huéspedes de la mansión, en cambio les dieron un espacio pequeño en el sótano frío.

Cuando ellos hicieron su cama en el suelo duro, el ángel más viejo vio un agujero en la pared y lo reparó. La noche siguiente el par de ángeles fue a descansar en la casa de un pobre granjero muy hospitalario y su esposa; después de compartir la humilde comida, la pareja de granjeros le cedió su cuarto a los ángeles para que puedan descansar bien.

Cuando el sol surgió a la mañana siguiente los ángeles encontraron al granjero y su esposa  llorando. Su única vaca, cuya leche había sido su sólo ingreso, yacía en el campo. El ángel más joven se asombró y le preguntó al más viejo cómo pudo permitir que esto ocurriese.....

-El primer hombre tenía todo, y todavía tu lo ayudaste... La segunda familia tenía muy poco y estaba dispuesta a compartir todo... ¡Y tú permitiste que la vaca se les muriese...!

-Las cosas no son siempre lo que parecen, contestó el más viejo.

-Cuando nosotros nos quedamos en el sótano de la mansión, noté por el agujero de la pared que 
había muchos sacos de oro en la habitación vecina. Como el dueño se obsesionó con su avaricia y no era capaz de compartir su fortuna, yo le sellé la pared para que nunca más los vuelvan a encontrar.

- Y anoche, cuando nos fuimos a dormir a la cama de los granjeros, vino el ángel de la muerte para llevarse a su esposa, yo le di en cambio la vaca....Las cosas no siempre son como parecen.



viernes, 29 de abril de 2011

EL GRANJERO Y LA CIGUEÑA



El sol llenaba el patio con el temprano resplandor matinal, suave y dorado, que se cernía sobre la vieja granja, y los árboles proyectaban largas sombras a través de los campos donde el trigo maduraba.

Se oyó un portazo, y el granjero salió de la casa. Descorrió el pestillo de la cerca y penetró en el amplio patio. Luego, se acercó a grandes pasos a las redes que había colocado la víspera para atrapar a las grullas que se comían su trigo. Con sorpresa encontró a una cigüeña prendida en la red. Cuando lo vio llegar, el pájaro protestó ruidosamente:

—Soy inocente, buen granjero —alegó—. No soy una grulla y, además, no he tocado tu cereal. Sólo vine con esas aves y ahora me veo atrapada en tu red.

—Todo eso podrá ser muy cierto —respondió con tono severo el granjero—. Pero como ibas en compañía de los ladrones, tendrás que sufrir el castigo que a éstos corresponde.

Y después de estas palabras, sacó su cuchillo y degolló al pájaro.

"Dime con quién andas y te diré quién eres", fue su sabio comentario.

jueves, 28 de abril de 2011

El ratón de campo en la ciudad




El ratón de campo procuraba agasajar lo mejor posible a su primo de la ciudad. Había reunido un cúmulo de sus golosinas más refinadas -nueces, guisantes, cebada y restos de queso- Y preparado una blanda cama de lana de oveja en el sitio más seguro de su agujero.

Y ambos, en realidad, pasaban momentos muy agradables, retozando en los campos y jugando al escondite en el bosque. Pero, mientras tanto, el ratón de campo se moría de curiosidad por conocer la vida de la ciudad.

-¿Por qué no vienes conmigo y la ves tú mismo? -dijo, por fin, su amigo.

La invitación fue aceptada en el acto.

Ambos partieron y, a su debido tiempo, llegaron a la espléndida mansión en que vivía el ratón de la ciudad.

-Hemos llegado en el momento oportuno -dijo-. Huelo que se está preparando un banquete. 

Esta noche tendremos una gran fiesta.

Su hociquillo se contraía de excitación.

Y por cierto que fue un gran festín. Ambos ratones se ocultaron debajo de un armario de la cocina y pudieron salir corriendo a atrapar innumerables bocados delicados, como nunca jamás los había gustado el ratón de campo.

¡Cómo los engulló éste! Se había puesto casi tan redondo como una bola, cuando el banquete estuvo preparado para servirse.

Por fin, llegaron los invitados, y se abrieron de par en par las puertas del salón de banquetes. 

Los ratones se dieron prisa en acudir, para recoger las sabrosas migajas que caían de la mesa. Pero cuando cruzaban el pasillo, acudieron velozmente dos ágiles perros Y se lanzaron sobre ellos.

-¡Sígueme! ¡Pronto! -dijo el ratón de la ciudad, y ambos se metieron debajo de un arcón donde había un agujero.

Llegaron a tiempo. El tibio aliento del primero de los perros envolvía ya al ratón de campo, cuando éste llegó a la boca del agujero, y lo hizo tiritar de espanto.

-La casa es maravillosa, primo, y me has dado una comida espléndida. Pero, si no tienes inconveniente, volveré a mi casa en el campo. La vida de la ciudad resulta demasiado agitada -dijo el ratón de campo.

Y se marchó, con toda, la velocidad que le permitían sus patitas grises.

miércoles, 27 de abril de 2011

El perro que perdió su hueso


El viejo perro sujetaba firmemente su grande y carnoso hueso entre las mandíbulas y empezó a cruzar el angosto puente que llevaba al otro lado del arroyo. No había llegado muy lejos cuando miró y vio lo que parecía ser otro perro en el agua, allá abajo. Y, cosa extraña, aquel perro también llevaba un enorme hueso.

No satisfecho con su excelente cena, el perro, que era voraz, decidió que podía, quizá, tener ambos huesos. Entonces, gruñó y lanzó un amenazador ladrido al perro del agua y, al hacerlo, dejó caer su propio hueso en el denso barro del fondo del arroyo. Cuando el hueso cayó, con un chapoteo, el segundo perro desapareció..., porque, desde luego, sólo era un reflejo.

Melancólicamente, el pobre animal vio cómo se esfumaban los rizos del agua y luego, con el rabo entre las patas, volvió a su casa hambriento. ¡Estúpido! Había soltado algo que era real, por tratar de conseguir lo que sólo era una sombra.

martes, 26 de abril de 2011

El avaro que perdió su oro




El granjero salió del bosque y llegó al claro que estaba en el linde de la maleza. En aquella soledad encontró a un anciano que tiritaba lastimeramente. Sólo una harapienta capa le cubría el cuerpo del crudo frío invernal. Sus cabellos grises estaban" insertados como plumas alrededor de la cabeza, y su barba era larga y desaliñada. Con manos trémulas se secó las lágrímas, pero siguió gimiendo.

El buen granjero se apiadó de él y le dijo, bondadosamente:

-Dime, amigo mío, ¿qué te sucede?

-¡Algo terrible! ¡Espantoso! -exclamó el viejo, entre sollozos- Vendí mi casa, mis tierras y todo lo que tenía, y oculté en este agujero el oro que me dieron por ellos. Y ahora, ha desaparecido ..., desaparecido ..., ¡desaparecido!

Y, nuevamente, las lágrimas le resbalaron por las mejillas.

-Temo que estás sufriendo el castigo del avaro -dijo sabiamente el granjero-. Has permutado tus cosas buenas y útiles por un montón de oro inservible, que no puedes comer ni usar como ropa. ¡Aquí tienes! -agregó-. Mira esta piedra. ¡Entiérrala y piensa que es tu pedazo de oro! 

¡Nunca notarás la diferencia!

Y el granjero siguió su camino, abandonando al lloroso viejo

lunes, 25 de abril de 2011

El molinero y su asno




El camino de tierra entraba y salía de los bosques, retorciéndose como una larga y enroscada serpiente, formando gibas sobre las colinas, estirándose en recta línea blanca sobre las llanuras y sumergiéndose en los valles, hasta llegar, finalmente, a la carretera que llevaba a la ciudad. Y por el camino, sorteando sus curvas y repentinos recodos, venían el molinero, su joven hijo y su retozón asno. Detrás, a poca distancia, varios niños cantaban alegremente, mientras avanzaban dando cabriolas.

Por fin, alcanzaron al molinero, y uno de ellos gritó en son de burla;

—¡Miren a esos tontos! ¡Caminan con tanto esfuerzo junto al asno, cuando podrían viajar sobre su lomo!

Y se alejaron corriendo, lanzándose como saltamontes camino abajo.

—Tienen razón, hijo mío —dijo el molinero—. Ciertamente, somos unos tontos.

Y alzó a su hijo y lo sentó sobre el lomo del asno. Luego, ambos siguieron trabajosamente por la carretera, áspera y calcinada por el sol.

Al poco rato, un grupo de labradores dobló un recodo y se topó con los tres.

—¡Mirad! —dijo uno de ellos, señalando al asno y al niño—. Los jóvenes de hoy no tienen la menor consideración por sus padres. Mirad a ese robusto muchacho, cómodamente viajando sobre el asno, mientras su viejo padre va a pie.

Cuando los labradores siguieron su camino, el molinero detuvo el asno y dijo:

—Apéate, hijo. Tal vez tiene razón. Seré yo quien monte.

Subió al asno y así continuaron la marcha.

Por el lado opuesto de la colina venía una vieja, que apretaba su chal contra los huesudos hombros.

—¿Cómo puedes dejar que tu fatigado niño corra detrás de ti, mientras tú cabalgas cómodamente? —gritó con desdén al molinero, al pasar.

Avergonzado, el molinero tomó a su hijo y lo sentó tras él, sobre las ancas del jumento.
Apenas habían recorrido unos pocos pasos, alcanzaron a un pequeño grupo de hombres.

—Se ve que el asno no les pertenece —dijo uno de éstos, con tono acusador—. De lo contrario, no le quebrarían así el lomo. ¡Pobre animal!

A esta altura, el molinero estaba un poco desconcertado, pero hizo bajar a su hijo, se apeó él mismo del asno y, atándole las patas, cargó al animal en hombros. El pobre asno se retorcía incómodo, golpeando la espalda del molinero a cada paso. Cuando cruzaban el puente, el jumento se desprendió de su atadura y cayó al agua. Luego, nadó hasta la ribera y echó a correr por los campos. Tratando de complacer a todos, el molinero no había complacido ni siquiera a su asno.

domingo, 24 de abril de 2011

El sol y el viento



A buena altura sobre el bosque y ocultos detrás de la densa pantalla de las nubes, el sol y el viento seguían su discusión, que sostenían desde tiempo inmemorial, sobre cuál de ambos era más fuerte.

-¡Claro que lo soy yo! -insistió el sol-. Mis rayos son tan poderosos que puedo chamuscar la Tierra hasta reducirla a negra y reseca.

-Sí, pero yo puedo inflar mis mejillas y soplar hasta que se derrumben las montañas, se astillen las casas convirtiéndose en leña y se desarraiguen los grandes árboles del bosque.

-Pero yo puedo incendiar los bosques con el calor de mis rayos -dijo el sol. 

- Y yo, hacer girar la vieja bola de la Tierra con un solo soplo -insistió el viento.

Mientras estaban sentados disputando detrás de la nube, y cada uno de ellos profería sus jactancias, salió del bosque un granjero. Vestía un grueso abrigo de lana y tenía calado sobre las orejas un sombrero.

-¡Te diré lo que vamos a hacer! -dijo el sol-. El que pueda. de nosotros dos. arrancarle el abrigo de la espalda al granjero habrá probado ser el más fuerte. 

-¡Espléndido! -bramó el viento y tomó aliento e hinchó las mejillas como si fueran dos globos.

Luego, sopló con fuerza... y sopló... y sopló. Los árboles del bosque se balancearon. Hasta que el gran olmo se inclinó ante el viento cuando éste lo golpeó sin piedad. El mar formó grandes crestas en sus ondas, y los animales del bosque se ocultaron de la terrible borrasca.

El granjero se levantó el cuello del abrigo, se lo ajustó más y siguió avanzando trabajosamente.
Sin aliento ya, el viento se rindió. desencantado. Luego, el sol asomó por detrás de la nube. Cuando vio la castigada tierra, navegó por el cielo y miró con rostro cordial y sonriente al bosque que estaba allá abajo. Hubo una gran serenidad. y todos los animales salieron de sus escondites. La tortuga se arrastró sobre la roca que quemaba, y las ovejas se acurrucaron en la tierna hierba.

El granjero alzó los ojos, vio el sonriente rostro del sol y, con un suspiro de alivio, se quitó el abrigo y siguió andando ágilmente.

-Ya lo ves -dijo el sol al viento- A veces, quien vence es la dulzura.

sábado, 23 de abril de 2011

El león y la cabra



Un león hambriento, viendo que no le era fácil subir a los riscos en que pacía una cabra, se fue acercando poco a poco.

Pronto se dio cuenta que le sería imposible llegar hasta la cabrita y, entonces, le dirigió cariñosas frases invitándola a pasear juntos por la fresca y aromática hierba de la pradera.

- ¡Deja esas peñas esteriles, le decia, y baja a los prados donde yo habito, amiga mia!

- Tienes razon, contesto la cabra, asi lo haré con mucho gusto, pero cuando estes muy lejos de estos lares.



Nunca escuches del enemigo el consejo, si no quieres sufrir amargos desengaños.

viernes, 22 de abril de 2011

El buey y el mosquito




En el cuerno de un buey se posó un mosquito.
Luego de permanecer allí largo rato, al irse a su vuelo preguntó al buey si se alegraba que por fin se marchase.
El buey le respondió:
-- Ni supe que habías venido. Tampoco notaré cuando te vayas.
¿Qué se aprende de ello?
 Pasar por la vida, 
sin darle nada a la vida,
 es ser insignificante.

jueves, 21 de abril de 2011

Los lobos reconciliandose con los perros

LLamaron los lobos a los perros y les dijeron:
-- Oigan, siendo ustedes y nosotros tan semejantes, ¿ por qué no nos entendemos como hermanos, en vez de pelearnos ? Lo único que tenemos diferente es cómo vivimos. Nosotros somos libres; en cambio ustedes  sumisos y sometidos en todo a los hombres: aguantan sus golpes, soportan los collares y les guardan los rebaños. Cuando sus amos comen, a ustedes sólo les dejan los huesos. Les proponemos lo siguiente: dennos los rebaños y los pondremos en común para hartarnos.

Creyeron los perros las palabras de los lobos  traicionando a sus amos,  y  los lobos, ingresando en los corrales, lo primero  que hicieron fue matar a los perros.

 

Nunca des la espalda o traiciones a quien verdaderamente te brinda ayuda y confía en tí.

miércoles, 20 de abril de 2011

El guardián




Un gran maestro y un guardián compartían la administración de un monasterio Zen. Cierto día el guardián murió, y había que sustituirlo. El gran maestro reunió a todos sus discípulos para escoger a quien tendría ese honor. “voy a presentarles un problema dijo el maestro. Aquel que lo resuelva primero será el nuevo guardián del templo”.

Trajo al centro de la sala un banco, puso sobre este un enorme y hermoso florero de porcelana con una hermosa rosa roja y señaló: “Este es el problema”.

Los discípulos contemplaban perplejos lo que veían: los diseños sofisticados y raros de la porcelana, la frescura y elegancia de la flor…

¿Qué representaba aquello? ¿Qué hacer? ¿Cuál era el enigma? Todos estaban paralizados.
Después de algunos minutos, un alumno se levantó, miró al maestro y a los demás discípulos, caminó hacia el vaso con determinación y lo tiró al suelo.

“Usted es el nuevo guardián, le dijo el gran maestro, y explicó: Yo fui muy claro, les dije que estaban delante de un problema. No importa qué tan bellos y fascinantes sean, los problemas tienen que ser resueltos. Puede tratarse de un vaso de agua de porcelana muy raro, un bello amor que ya no tiene sentido, un camino que debemos abandonar pero que insistimos en recorrer porque nos trae comodidades. Solo existe una forma de lidiar con los problemas: atacarlos de frente. En esos momentos no podemos tener piedad, ni dejarnos tentar por el lado fascinante que cualquier conflicto lleva consigo.

Los problemas deben ser afrontados de una forma tal que puede ayudarnos a seguir a delante, buscando nuevos problemas por resolver.

“La culpa es de la vaca”
pag. 45,46

martes, 19 de abril de 2011

El televisor




Mientras oraba antes de acostarse, un niño pidió con devoción: “Señor esta noche te pido algo especial: conviérteme en un televisor. Quisiera ocupar su lugar. Quisiera vivir lo que vive la tele de mi casa. Es decir, tener un cuarto especial para mí y reunir a todos los miembros de la familia a mí alrededor.”

“Ser tomado en cuenta en serio cuando hablo. Convertirme en el centro de atención y ser aquel al que todos quieren escuchar sin interrumpirlo ni cuestionarlo. Quisiera sentir el cuidado especial que recibe la tele cuando no funciona.”

“Y tener la compañía de mi papá cuando llega a casa, aunque esté cansado del trabajo. Y que mi mamá me busque cuando esté sola y aburrida, en lugar de ignorarme. Y que mis hermanos se peleen por estar conmigo.”

“Y que pueda divertirlos a todos, aunque a veces no les diga nada. Quisiera vivir la sensación de que lo dejen todo por pasar unos momentos a mi lado.”
“Señor, no te pido mucho. Sólo vivir lo que vive cualquier televisor”

En muchos casos 
prestamos más atención 
y nos preocupamos de las cosas materiales 
que a un ser humano 
en especial a nuestros hijos, 
no dejemos de lado a quienes nos necesitan.

“La culpa es de la vaca”
pag. 47, 48

lunes, 18 de abril de 2011

La pregunta más importante




En cierta ocasión, durante mi segundo semestre en la escuela de enfermería, el profesor nos hizo un examen sorpresa. Leí rápidamente todas las preguntas, hasta llegar a la última: ¿Cómo se llama la mujer que limpia la escuela?.

Seguramente era una broma. Yo había visto muchas veces a la mujer que limpiaba la escuela. Era alta, de cabello oscuro, unos 50 años, pero, ¿cómo iba a saber su nombre? Entregué el examen sin contestar la última pregunta.

Antes de terminar la clase, alguien le preguntó al profesor si esa pregunta contaría para la calificación. “Definitivamente” dijo el profesor. En sus carreras ustedes conocerán a muchas personas. Todas son importantes. Ellas merecen su atención y cuidado, aún si ustedes sólo les sonríen y dicen: ¡Hola!

Nunca olvidaré esa lección, y supe luego que su nombre era Dorothy. Todos somos importantes.

El ser humano es como tal 
por que está lleno de valores, 
respeto hacia el otro, 
racionalidad y sentimientos, 
por tanto todos somos importantes.

Tomado de "La culpa es de la vaca"

domingo, 17 de abril de 2011

El león, Prometeo y el elefante




No dejaba un león de quejarse ante Prometeo. Tu me hiciste bien fuerte y hermoso, dotado de mandíbulas con buenos colmillos y poderosas garras en las patas, y soy el más dominante de los animales. Sin embargo le tengo un gran temor al gallo.

-- ¿Por qué me acusas tan a la ligera ? ¿No estás satisfecho con todas las ventajas físicas que te he dado? Lo que flaquea es tu espíritu, replicó Prometeo.

Siguió el león deplorando su situación, juzgándose de pusilánime. Decidió entonces poner fin a su vida.

Se encontraba en esta situación cuando llegó el elefante, se saludaron y comenzaron a charlar. 

Observó el león que el elefante movía constantemente sus orejas, por lo que le preguntó la causa.
-- ¿Ves ese minúsculo insecto que zumba a mi alrededor?--respondió el elefante --, pues si logra ingresar dentro de mi oído, estoy perdido.

Entonces se dijo el león: ¿No sería insensato dejarme morir, siendo yo mucho más fuerte y poderoso que el elefante, así como mucho más fuerte y poderoso es el gallo con el mosquito?

Muchas veces, 
muy pequeñas molestias 
nos hacen olvidar 
las grandezas que poseemos.

sábado, 16 de abril de 2011

La raíz del miedo



En una ocasión se le pidió a un filósofo muy respetado que explicara cuál era el mayor obstáculo que un ser humano tenía que superar para vencer sus miedos:
 "El mayor obstáculo siempre es uno mismo". 
El filósofo aseguró que un perro se lo había enseñado: 
"Paseando por la orilla de un río vi a un perro que se moría de sed. El animal apenas se atrevía a acercarse al agua, pues cada vez que lo hacía confundía su propio reflejo con el de otro animal. Tenía tanto miedo a ser atacado que no paraba de ladrar y permanecía a metros de la orilla. Sin embargo, tal era su sed que finalmente se lanzó al agua. Y el otro perro, que era su obstáculo, desapareció. Y así fue como, al enfrentarse a su supuesto enemigo, aquel perro se venció a sí mismo.

viernes, 15 de abril de 2011

La vaquita


 

Un sabio maestro paseaba por el bosque con su fiel discípulo, cuado vio a lo lejos un sitio de apariencia pobre, y decidió hacer una breve visita. Durante la caminata comentó al aprendiz sobre la importancia de conocer lugares y personas, y sobre las oportunidades de aprendizaje que nos brindan estas experiencias.

La casa era de madera y sus habitantes, una pareja y sus tres hijos, vestían ropas sucias y rasgadas, y estaban descalzos. El maestro se aproximó al señor, aparentemente el padre de familia, y le dijo:

- En este lugar no existen posibilidades de trabajo ni puntos de comercio, ¿cómo hacen usted y su familia para sobrevivir?

El hombre respondió calmadamente:

- Amigo mío, nosotros tenemos una vaquita que nos da varios litros de leche todos los días. Parte de la leche la vendemos o la cambiamos por otros alimentos en la ciudad vecina, y con la restante elaboramos queso, cuajada y otros productos para nuestro consumo. Así es como vamos sobreviviendo.

El sabio agradeció la información y contempló el lugar por un momento, antes de despedirse y partir. A mitad de camino le ordenó a su fiel discípulo:

- ¡Busca la vaquita, llévala al precipicio y empújala!

El joven lo miró espantado y le replicó que ese animal era el medio de subsistencia de la familia. Como percibió el silencia absoluto del maestro, cumplió la orden: empujó a la vaquita al barranco, y la vio morir. Aquella escena quedó grabada en su memoria.

Un día, el discípulo resolvió abandonar todo lo que había aprendido y regresar a aquel lugar para contarle la verdad a la familia y pedirle perdón. Así lo hizo, y a medida que se aproximaba veía todo muy bonito, diferente de como lo recordaba. Se sintió triste, imaginando que aquella humilde familia había debido vender su terreno para sobrevivir. Aceleró el paso y, al llegar, fue recibido por un señor muy simpático, al cual le preguntó por las personas que vivían en ese lugar cuatro años atrás. El hombre le respondió que allí seguían.

Sobrecogido, el joven entró corriendo a la casa y confirmó que era la misma familia que había visitado algunos años antes con el maestro. Elogió el lugar y le preguntó al señor, el dueño de la vaquita:

- ¿Cómo hizo para mejorar este lugar y cambiar de vida?

Emocionado, el hombre le respondió:

- Nosotros teníamos una vaquita que cayó por el precipicio y murió. De ahí en adelante nos vimos en la necesidad de hacer otras cosas y desarrollar otras habilidades que no sabíamos que teníamos; así alcanzamos el éxito que sus ojos ven ahora.

Esta es la realidad de lo que se ha llamado zona de confort. Estamos tan conformes con el estado de cosas que nos rodea que no desarrollamos otras posibilidades. Sólo necesitamos un evento sorpresivo para darnos cuenta de que la seguridad puede ser nuestra peor consejera y de que nos impide ver el horizonte.

Extraído del libro "La culpa es de la vaca"

jueves, 14 de abril de 2011

Reconocerse




Henchida de cebada, una mula se puso a saltar, diciéndose a sí misma:

- Mi padre es un caballo veloz en la carretera, y yo me parezco en todo a él.

Pero llegó la ocasión en que la mula se vio obligada a correr. Terminada la carrera, muy contrariada, se acordó de pronto de su verdadero padre el asno.

Siempre debemos reconocer nuestras raíces, 
respetando nuestras herencias 
y las ajenas.

miércoles, 13 de abril de 2011

Los dos amigos





Dos amigos emprendieron una excursión. Al llegar la noche se echaron a dormir uno al lado del otro. Uno de ellos soñó que habían tomado un barco y habían naufragado en una isla. 


Al despertar, comenzó a preguntarle a su compañero si recordaba la travesía, el barco y la isla. Se quedó atónito cuando el amigo le explicó que él no había tenido el mismo sueño. 


No podía creerlo. Pero ¡si era un sueño increíble! Se negaba a aceptar que el amigo no recordara la travesía, el barco y la isla. 


El Maestro dice: 


La persona común, 
atrapada en la cárcel de su ego, 
proyecta sobre los otros sus propios autoengaños.

martes, 12 de abril de 2011

El loro que clamaba libertad



Ésta es la historia de un loro muy contradictorio. Desde hacía un buen número de años vivía enjaulado, y su propietario era un anciano al que el animal hacía compañía. 

Cierto día, el anciano invitó a un amigo a su casa a deleitar un sabroso té. Los dos hombres pasaron al salón donde, cerca de la ventana y en su jaula, estaba el loro. Se encontraban los dos hombres tomando el té, cuando el loro comenzó a gritar insistente y vehementemente:   --¡Libertad, libertad, libertad!   No cesaba de pedir libertad. Durante todo el tiempo en que estuvo el invitado en la casa, el animal no dejó de reclamar libertad. Hasta tal punto era desgarradora su solicitud, que el invitado se sintió muy apenado y ni siquiera pudo terminar de saborear su taza. 

Estaba saliendo por la puerta y el loro seguía gritando: “!Libertad, libertad!”.   Pasaron dos días. El invitado no podía dejar de pensar con compasión en el loro. Tanto le atribulaba el estado del animalito que decidió que era necesario ponerlo en libertad. 

Tramó un plan. Sabía cuándo dejaba el anciano su casa para ir a efectuar la compra. Iba a aprovechar esa ausencia y a liberar al pobre loro. Un día después, el invitado se apostó cerca de la casa del anciano y, en cuanto lo vio salir, corrió hacia su casa, abrió la puerta con una ganzúa y entró en el salón, donde el loro continuaba gritando: “!Libertad, libertad!” 

Al invitado se le partía el corazón. ¿Quién no hubiera sentido piedad por el animalito? Presto, se acercó a la jaula y abrió la puerta de la misma. Entonces el loro, aterrado, se lanzó al lado opuesto de la jaula y se aferró con su pico y uñas a los barrotes de la jaula, negándose a abandonarla. El loro seguía gritando: “!Libertad, libertad!”   

El Maestro dice: 

Como este loro, 
son muchos los seres humanos 
que dicen querer madurar 
y hallar la libertad interior, 
pero que se han acostumbrado
 a su jaula interna 
y no quieren abandonarla.

lunes, 11 de abril de 2011

Lección de amor




En una vidriera un letrero decía:
 "Cachorritos en venta"

Esa clase de anuncios siempre atraen a los niños, y pronto un niñito apareció en la tienda preguntando: "¿Cuál es el precio de los perritos?"

El dueño contestó: "Entre $30 y $50". 

El niñito metió la mano en su bolsillo y sacó unas monedas: "Sólo tengo $2.37... ¿puedo verlos?".

El hombre sonrió y silbó. De la trastienda salió su perra corriendo seguida por cinco perritos. Uno de los perritos estaba quedándose considerablemente atrás. El niñito inmediatamente señaló al perrito rezagado que cojeaba.  "¿Qué le pasa a ése perrito?", preguntó.

El hombre le explicó que cuando el perrito nació, el veterinario le dijo que tenía una cadera defectuosa y que cojearía por el resto de su vida.

El niñito se emocionó mucho y exclamó: "¡Ese es el perrito que yo quiero comprar!". Y el hombre replicó: "No, tú no vas a comprar ese cachorro, si tú realmente lo quieres, yo te lo regalo". Y el niñito se disgustó, y mirando directo a los ojos del hombre le dijo: "Yo no quiero que usted me lo regale. El vale tanto como los otros perritos y yo le pagaré el precio completo.


De hecho, le voy a dar mis $2.37 ahora y 50 centavos cada mes hasta que lo haya pagado completo". 

El hombre contestó: "Tú en verdad no querrás comprar ese perrito, hijo. El nunca será capaz de correr, saltar y jugar como los otros perritos".

El niñito se agachó y se levantó la pierna de su pantalón para mostrar su pierna izquierda, cruelmente retorcida e inutilizada, soportada por un gran aparato de metal. Miró de nuevo al hombre y le dijo: Bueno, yo no puedo correr muy bien tampoco, y el perrito necesitará a alguien que lo entienda".

El hombre estaba ahora mordiéndose el labio, y sus ojos se llenaron de lágrimas... sonrió y dijo: "Hijo, sólo espero y rezo para que cada uno de estos cachorritos tenga un dueño como tú".

En la vida no importa quién eres,
sino que alguien te aprecie por lo que eres, 
y te acepte y te ame incondicionalmente. 
Un verdadero amigo es aquél 
que llega cuando el resto del mundo se ha ido.

domingo, 10 de abril de 2011

El ganso y el caballo




Un ganso que estaba comiendo pasto en un prado se sintió molesto por un caballo que pastaba cerca de él. En tono agresivo le dijo: “No cabe duda de que yo soy un animal más noble y perfecto que tú, ya que la extensión y el espectro de tus facultades está limitado a un solo elemento. Yo puedo caminar sobre el suelo tan bien como tú, y además tengo alas para elevarme por los aires, y cuando lo deseo puedo nadar en lagos y estanques y refrescarme en la frescura de las aguas. Disfruto del poder de las aves, de los peces y de los cuadrúpedos”.

El caballo resopló de forma un tanto desdeñosa y replicó:

“Es verdad que habitas los tres elementos, pero no haces un papel muy distinguido en ninguno de ellos. Vuelas, es verdad, pero tu vuelo es tan torpe y pesado que no tienes derecho alguno a compararte con las golondrinas o las alondras. Puedes nadar sobre la superficie de las aguas, pero no puedes vivir debajo y dentro de ellas, como los peces; no puedes alimentarte en ese elemento ni hundirte hasta el fondo de las olas, y cuando caminas sobre el suelo con tus anchas patas, estirando tu largo cuello y agrediendo con tu grito sibilante a quienquiera que pase cerca de ti, sólo atraes la burla y el desprecio de quienes te ven.

Confieso que estoy hecho para moverme únicamente sobre la tierra, pero… ¡cuánta gracia hay en mis movimientos! ¡Qué elegantes son las líneas de mi cuerpo! ¡Cuán gráciles mis miembros! ¡Cuán grande mi fuerza! ¡Cuán sorprendente mi velocidad! Prefiero hallarme limitado a un solo elemento y ser admirado en él, que ser un ganso en todos.

(Fábula de Boccacio y Chaucer)

sábado, 9 de abril de 2011

Ascender por resultados



Juan trabajaba en una empresa hacía dos años. Era muy serio, dedicado y cumplidor de sus obligaciones. Llegaba puntual y estaba orgulloso de no haber recibido nunca una amonestación. Cierto día, buscó al gerente para hacerle un reclamo:
- Señor, trabajo en la empresa hace dos años con bastante esmero y estoy a gusto con mi puesto, pero siento que he sido dejado de lado. Mire, Fernando ingresó a un puesto igual al mío hace sólo seis meses y ya ha sido promovido a supervisor.
- ¡Ajá! -contestó el gerente. Y mostrando cierta preocupación le dijo-: Mientras resolvemos esto quisiera pedirte que me ayudes con un problema. Quiero dar fruta para la sobremesa del almuerzo de hoy. Por favor, averigua si en la tienda de enfrente tienen frutas frescas.
Juan se esmeró en cumplir con el encargo y a los cinco minutos estaba de vuelta.
- Bien, ¿qué averiguaste?

- Señor, tienen naranjas para la venta.

- ¿Y cuánto cuestan?

- ¡Ah! No pregunté.

- Bien. ¿Viste si tenían suficientes naranjas para todo el personal?

- Tampoco pregunté eso.

- ¿Hay alguna fruta que pueda sustituir la naranja?

- No lo sé, señor, pero creo que…

- Bueno, siéntate un momento.
El gerente cogió el teléfono e hizo llamar a Fernando. Cuando se presentó, le dió las mismas instrucciones que a Juan, y en diez minutos estaba de vuelta. El gerente le preguntó:
- Bien, Fernando, ¿qué noticias me traes?

- Señor, tienen naranjas, las suficientes para atender a todo el personal, y si prefiere, tienen bananos, papayas, melones y mangos. La naranja está a 150 pesos el kilo; el banano, a 220 pesos la mano; el mango, a 90 pesos el kilo; la papaya y el melón, a 280 pesos el kilo. Me dicen que si la compra es por cantidades, nos darán un descuento de diez por ciento. Dejé separadas las naranjas, pero si usted escoge otra fruta debo regresar para confirmar el pedido.

- Muchas gracias, Fernando. Espera un momento.Entonces se dirigió a Juan, que aún seguía allí:- Juan, ¿qué me decías?- Nada, señor… eso es todo. Con su permiso.
Hoy en día reclamamos empoderamiento. Es decir, que los jefes otorguen a sus subalternos la posibilidad de tomar decisiones y responsabilidades por ellas. Pero, ¿están los empleados asumiendo esta función de manera proactiva y automotivada?El potencial está en las personas. Son ellas quienes deben desarrollarlo y hacerlo conocer de los demás a través de hechos concretos.
Extraído del libro “La culpa es de la vaca” de Jaime Lopera Gutiérrez y Marta Inés Bernal Trujillo